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(1) ASCHER, François. Los nuevos principios del urbanismo. Madrid: Alianza Editorial, 2004. p. 31

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(2) A excepción de la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso que, sin necesariamente tener grandes presupuestos, ha logrado evadir lo suficiente la realidad para fundar su “Ciudad Abierta”: un condominio cerrado donde existe libertad creativa, al margen de cualquier tipo de contingencia social, cultural, política o económica.

(3) Según cálculo hecho por Iván Poduje, mencionado por Pablo Allard en su ponencia en el Seminario “Arquitectura Social”, para el lanzamiento del #4 de Revista Cientodiez.

 


Artman o el Comecocos

La Otra Cosa
Nicolás Valenzuela

Está extendida la visión de que “el arquitecto se encuentra restringido por su relación con el mercado”, esta situación hace atractivo para el arquitecto la forma en que “el artista”, libre de tales restricciones o responsabilidades, se relaciona con la sociedad. Otra razón para decir que la arquitectura es Arte es que en el proyecto se toman decisiones arbitrarias, irracionales, que hacen evidente y necesaria una situación de libertad creativa que daría espacio para la labor del arquitecto. Ambos conceptos son falsos. La importancia de la creatividad para profesiones como publicistas o diseñadores, evidencia no sólo la compatibilidad de los procesos creativos con las lógicas de mercado, sino la enorme importancia de la creatividad para nuestro turbocapitalismo neoliberal. Además, la validación de “la teoría de juegos y de la racionalidad limitada, las ciencias cognitivas y las teorías de la complejidad, del azar y del caos” (1) ha relativizado la antigua frontera entre racionalidad e irracionalidad, introduciendo procesos antes considerados “arbitrarios” al pensamiento científico avanzado; de esta manera, resulta absurdo excluir del ámbito de lo racional a la arquitectura por el componente arbitrario del proyecto, lo mismo que separar libertad creativa y mercado.

Pareciera improcedente entonces hablar en términos de polaridad arte-técnica o racionalidad-irracionalidad de manera excluyente. Sin embargo, en tiempos en que las dinámicas económicas y políticas de la sociedad del consumo han puesto en crisis el rol de la arquitectura como profesión, vuelve a ser un problema fundamental la manera en que los propios arquitectos entienden sus campos de acción y mecanismos de producción. Esto fuerza la diferenciación de estos antiguos conceptos y exige una toma de partido, entendiendo que la forma en que un arquitecto-artista se relaciona con la sociedad implica competencias, concesiones y responsabilidades distintas, por ejemplo, a las de un arquitecto-científico.

El conflicto más importante para la relación entre Arte y Arquitectura es que, cuando en la Academia se habla del “Arte” en la arquitectura, los tópicos asociados corresponden normalmente a términos como “la búsqueda de una nueva abstracción”, “lo bonito”, el “acto poético”, o algún tipo de “metafísica de la luz”. Estas preocupaciones son preferentemente formales y no tienen relación con las temáticas sociales, culturales y políticas sobre las que opera el arte contemporáneo al que podría llamársele “de vanguardia”. Si reconocemos la enorme importancia de las Escuelas en la determinación de “lo correcto” en la práctica arquitectónica, la preponderancia  de estas ideas hace más probable que el concepto que tienen en la cabeza la mayoría de los arquitectos corresponda a esta visión limitada, escuálida y retrógrada del Arte. Este tipo de arquitectura-obra-de-arte podrá ver la luz solamente bajo condiciones donde esté asegurada la mal entendida “libertad creativa”. Esto quiere decir: un presupuesto que lo permita (2)

Las condiciones actuales son las siguientes: sólo el 3% de los proyectos realizados por arquitectos chilenos corresponden al “encargo clásico” (3) , aquel que se piensa en la academia, donde el Estado o una persona reúne el dinero suficiente para acudir a un arquitecto-artista para que le haga una obra de arte donde representar su poder o descansar los fines de semana. En este contexto, cuando se habla de arquitectura-arte [obra de un arquitecto-artista] resulta evidente que, como tal, sólo se puede catalogar a una parte muy reducida del total de la producción de nuestros arquitectos. Esto quiere decir que esta especie de artistas encuentra muy pocas ocasiones para poder hacer su trabajo; al parecer, la mayor parte del tiempo hace “otra cosa”.

Nicolás Valenzuela

 

 

Arte o Arquitectura

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